Hace tiempo que venimos hablando de la transformación digital. Al menos desde SlimPay, siempre hemos apoyado a los sectores más tradicionales a adaptar sus procesos internos para obtener una mayor agilidad y eficiencia para responder mejor a las necesidades de los consumidores. Sin embargo, aún vemos organizaciones que piensan que la digitalización es parte del futuro y mantienen sus infraestructuras obsoletas. Hemos visto ejemplos de empresas energéticas que aún realizan sus facturaciones en papel o que no mantienen un control de los cobros. Nada más lejos de la realidad: estamos inmersos en la revolución 4.0, o como queramos llamar a esta era marcada por la obsesión por la experiencia del cliente, la inteligencia artificial y el análisis de datos.
Uno de los sectores que está en pleno proceso de adaptación es la banca. Sin duda, hablamos de un sector estratégico y clave para el avance de la economía, pero que se está viendo “amenazado” tanto por nuevos players (principalmente gigantes de la tecnología que están apostando por iniciarse en actividades financieras) como por pequeñas fintech y los neobancos, que combinan a la perfección tecnología y las finanzas. Estos modelos tienen algo en común y es que que se basan en canales digitales, son 100% nativos digitales, en contraposición con el modelo sucursal de la banca tradicional.
Según el estudio Digitalización Financiera (ODF) de Funcas-KMPG (2017), el 48% de las entonces 300 fintech nacionales son complementarias a los bancos, el 32% con colaborativas y el 20% son competidoras; probablemente en la actualidad hablemos de un mayor número de fintechs, pero, en cualquier caso, podemos ver más la oportunidad de alianzas y cooperación que la amenaza.
El problema con el que se ha encontrado la banca hasta ahora es que, salvo excepciones, no ha sido disruptiva en sus acciones. La falta de eficiencia y de foco en el cliente o la necesidad de ser más ágiles para poder adaptarse a los cambios del mercado han sido algunas de sus principales deficiencias. Por eso, ahora más que nunca, los bancos tienen por delante el reto de seguir siendo competitivos a través de la tecnología y enfocar su transformación digital en un modelo orientado al consumidor que le permita recuperar la confianza de sus clientes.
¿Cuáles son los retos futuros para la banca?
La digitalización se construye en base a tres pilares básicos: negocio, personas y tecnología. Dentro de este triángulo indisoluble localizamos, como tareas pendientes a las que la banca tiene que hacer frente, las siguientes: madurar su transformación digital (especialmente los procesos internos), materializar el cambio con tecnologías en la nube, y enfrentarse a los temas relacionados con la ciberseguridad, la blockchain y las criptomonedas. Y, todo ello, explorando a su potenciales competidores y buscando no solo qué los distingue sino también dónde y cómo las sinergias pueden ser favorables a ambos. De hecho, la colaboración entre fintech y banca tradicional es la mejor vía para generar beneficios para ambas partes y para el consumidor final.
Cada vez más bancos ofrecen sus servicios a través de canales digitales, automatizando procesos posible mediante potentes ERPs y CRMs, utilizando las nuevas tendencias en tecnología como la Inteligencia Artificial o el Internet de las Cosas (IoT). Es el momento de movilizarse, de la forma más rápida posible, para dar un mejor servicio a sus clientes, fidelizarlos y ser más eficientes de cara a nuevas crisis financieras.
Por Marta Cid Sanz, Head of Business Development Spain & Italy de SlimPay