El confinamiento está suponiendo numerosos retos para todos en nuestro país, entre ellos, convertir la casa no solo en una oficina sino también en el aula al que los más pequeños no pueden asistir. Una de nuestras compañeras, Marta Gombau, comparte sus experiencias y aprendizajes en estas últimas semanas.
Reclusión por coronavirus con un niño de 10 años. La escena resultará familiar a muchas personas, quizás solo con pequeñas variaciones.
Son ya varias semanas, pero, como a otros padres, lo primero que nos tocó hacer fue explicar la situación a un niño acostumbrado a no parar, porque no para ni dormido. Le ha costado entender por qué no puede ir al colegio, ni salir de casa, ni ir al parque, ni ver a sus amigos, ni visitar a los abuelos —esto último nos está costando a todos demasiado—. Pero no sólo eso: yo estoy trabajando desde casa y se tiene que acostumbrar a que no puedo dedicarle todo el tiempo que necesita.
No obstante, desde el principio estamos intentando, con bastante éxito, la verdad, seguir unas pautas para hacer que todo funcione de la mejor manera posible. Nos levantamos pronto, para que a las 9, que comienza mi jornada laboral, todo esté preparado para poder empezar con nuestras tareas diarias. Hemos colocado en una habitación un despacho, donde yo teletrabajo con todas las herramientas necesarias y mi hijo hace los deberes y estudia. Lo llamamos nuestra oficina.
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Estos días estamos viendo la importancia de la digitalización en todo lo que nos rodea: teletrabajando, compartiendo documentos en red, con reuniones familiares por videollamada, haciendo la compra de alimentación en tiendas online, viendo películas a través de las distintas plataformas de vídeo bajo demanda, realizando pagos y otras operaciones a través de nuestra banca online… Es la tecnología la que nos está permitiendo seguir con buena parte de nuestra vida desde el confinamiento en casa.
Pero ¿cómo se ha trasladado a cada casa ese mundo que, antes, estaba encerrado en los colegios?
Durante estas últimas semanas, he hablado con familiares y amigos con niños en edad escolar y, escuchando la experiencia de cada de uno de ellos, me he dado cuenta de las grandes diferencias que hay en cada uno de los colegios a la hora de afrontar la educación desde casa. En mi caso en concreto, el colegio no está preparado digitalmente. Esa educación a distancia que nos han impuesto las circunstancias, sólo se traduce en enviar temarios y deberes (con las soluciones a los mismos) por correo electrónico, pero no tenemos ninguna plataforma a la que conectarnos y nuestros hijos tampoco tienen ningún contacto con su profesores. Estos últimos no pueden ni corregir, ni explicar las nuevos conceptos, lo que se convierte en una tarea de los padres, sin tener en cuenta que muchos de nosotros estamos teletrabajando toda nuestra jornada. Queda el alivio de que gracias a los padres y a la tecnología, los más pequeños sí están pudiendo mantener el contacto con los amigos —se llaman por teléfono, se hacen videollamadas— y, sin duda, eso es de gran ayuda, pero no es suficiente.
«Las diferencias entre unos centros y otros en educación a distancia resultan abismales e invitan a reflexionar sobre las características de nuestro sistema educativo»
Frente a esta situación, hay centros dando clases completas, como si estuvieran en el aula, a través de plataformas o distintas aplicaciones de videocall, enseñan el tema correspondiente, responden a las dudas, hacen los deberes y los profesores los corrigen; incluso están haciendo exámenes. La diferencia es que estos colegios, ya estaban preparados, digitalmente hablando, o sea que no les ha resultado tan complicado adaptarse a esta situación, porque tanto profesores como alumnos tenían las herramientas necesarias para hacerlo. Y también hay otros colegios —como aquel en el que yo estudié—, en los que, pese a no estar preparados, supieron reaccionar a tiempo: en solo un par de días, los profesores recibieron formación apropiada y el centro adquirió las herramientas necesarias para poder estar más cerca de sus alumnos y seguir con la formación desde casa.
Ya sin entrar siquiera en los recursos y la preparación que pueda tener cada familia, las diferencias resultan abismales, e invitan a reflexionar, mucho, sobre las características de nuestro sistema educativo, con sus fortalezas y debilidades. De hecho, no me cabe la menor duda de que, igual que las empresas están probando el teletrabajo, esta prueba de teleformación nos dejará muchas lecciones que, por el bien de las generaciones más jóvenes y las que vendrán detrás, será mejor no olvidar. No es solo una cuestión de optimización de tiempos o recursos, sino también de estar preparados para un futuro que es digital, y lo digital también se aprende en las aulas, a través de las lecciones, pero, sobre todo, mediante la práctica frecuente y directa.
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Los inicios siempre son duros, pero, por suerte, el ser humano tiene una gran capacidad de adaptación.
Papá también está con nosotros. Él no teletrabaja, así que, de momento, como está de “vacaciones”, se encarga de las tareas domésticas y ahora ayuda a estudiar al pequeño de la casa, por lo que el agobio de los primeros días ya lo vamos olvidando.
Además, todo acaba, también la jornada escolar doméstica diaria y, entonces… ¡“bendita” Play! Nunca creí que de mi boca iban a salir estas palabras, porque nunca me han gustado las videoconsolas y le tenemos muy controlado el tiempo de uso, pero estos días es nuestra salvación. Aunque he de deciros que de todo se acaba aburriendo uno, así que hace un poco de bicicleta estática, baila, pasea el balón de gomaespuma constantemente por toda la casa, lee y, cuando acabo la jornada laboral sobre las 18:00, cogemos de golpe todo el tiempo libre y lo compartimos. Tampoco nos olvidamos de los aplausos las 20:00 en apoyo de todas las personas que están ayudando a nuestros enfermos, que considero una forma de hacer partícipes a los niños de lo que estamos viviendo y que, entre canciones, ruidos, aplausos, les sirve para desconectar unos minutos. Es un esfuerzo común. #YoMeQuedoEnCasa
[Vamos bien Yago, lo vamos a conseguir y como tú dices, le contaremos tú a tus hijos y yo a mis nietos todo lo que pasó.]
Marta Gombau, Office Manager y Secretaria