Conversamos con Julio Gómez-Pomar, ex secretario de Estado de Infraestructuras, Transporte y Vivienda, sobre movilidad urbana y ciudades de futuro.
Antes del confinamiento impuesto por el coronavirus, la movilidad ya era uno de los grandes retos de las ciudades. No obstante, como ha ocurrido con otros tantos aspectos de la sociedad, la pandemia nos ha obligado a repensar el modelo de movilidad con especial atención, al constatar que el descenso de los trayectos en transporte privado se ha traducido en una mejora realmente notable de la calidad del aire y la contaminación acústica. Y no es el único desafío al que se enfrenta la movilidad: este parón también ha hecho más evidente los niveles de congestión a los que estaban sometidos los núcleos urbanos y la necesidad de liberar espacio público para hacer de las ciudades espacios más habitables y seguros para la ciudadanía.
Para Julio Gómez-Pomar, ex secretario de Estado de Infraestructuras, Transporte y Vivienda y actual presidente del Centro para el Estudio del Transporte y la Gestión de Infraestructuras del Instituto de Empresa, la movilidad es uno de los factores decisivos a la hora de explotar (o no) el verdadero potencial económico y social de las ciudades: si se hacen insostenibles porque las personas no pueden moverse dentro de ellas, se desvirtúan las ventajas asociadas a la aglomeración de servicios (sanidad, educación, bienes de consumo) y talento e inteligencia colectiva que estas proporcionan. En esta entrevista, realizada hace ahora unos meses, conversamos con el también doctor en Ciencias Económicas por la Universidad Complutense de Madrid y Master in Public Administration por la Universidad de Harvard sobre innovación, administración local y el modelo de movilidad al que deben aspirar las ciudades del futuro.
Adigital: ¿En qué punto exacto se encuentra España si lo comparamos con el resto de Europa y el resto del mundo en temas de movilidad?
Julio Gómez-Pomar: España, desde todos los elementos que confluyen para impulsar esta preocupación y soluciones de movilidad, está razonablemente bien posicionada. Primero, porque hay una altísima conciencia de un mundo descarbonizado y, por lo tanto, de una economía y un transporte sostenible. Esto está en la mente de muchas personas. Además, hay mucha innovación, muchas empresas están operando en Madrid, en Barcelona, en Valladolid, en Murcia, en muchas ciudades. Hoy en día encontramos el carsharing, el motosharing, la bicicleta o el patinete en todos sitios y también está arraigando otro tipo de transporte compartido o colectivo, junto con el taxi. Por lo tanto, estamos en un panorama de conciencia y de acción por la movilidad sostenible.
A: Habla usted de innovación… ¿Cómo de determinante es la tecnología en materia de movilidad urbana?
JGP: La tecnología es un factor decisivo: sin la transformación digital que se está produciendo sería impensable tratar de resolver los problemas de movilidad hoy día, como la congestión que se produce en las grandes ciudades. El tratamiento masivo de la información, las infraestructuras receptoras y emisoras… Sin lo que nos brinda hoy el Internet de las Cosas sería imposible el tomar decisiones de movilidad para el futuro.
«La innovación digital no espera, se mueve a la velocidad de la luz»
A: Y, sin embargo, a veces, nos encontramos con importantes frenos a esa innovación, como los que impone la regulación…
JGP: Las instituciones se mueven con lentitud, esto es evidente. Y, sin embargo, la innovación digital no espera, se mueve a la velocidad de la luz. Lo que es importante es que las instituciones públicas que tienen que regular estén en contacto permanente con todas las personas que están innovando y que incorporen a expertos en el mundo digital a sus equipos. Esto es esencial, hoy día no se puede concebir nada, y mucho menos la movilidad, sin un pensamiento digital en la resolución de los problemas.
A: Dice «en contacto permanente con las personas que están innovando», ¿cuál sería su recomendación de cara a esa transformación necesaria de nuestros modelos de movilidad?
JGP: Que las decisiones sobre movilidad no se tomen exclusivamente en un despacho, sino que sean fruto del diálogo y de comisiones donde intervengan expertos en movilidad, expertos en tecnología digital y también, por supuesto, quien tiene la responsabilidad de dictar las normas y de ordenar el uso y los desplazamientos en las ciudades. De no ser así, se pueden cometer errores muy importantes.
A: Precisamente usted defiende que, en ese diálogo, tampoco se pueden tomar decisiones absolutas, definitivas…
JGP: En un mundo de gran incertidumbre, donde hay más interrogantes que conocimiento de lo que va a suceder, hay que tomar soluciones que yo he denominado adaptativas, y esto significa mucha flexibilidad. Es decir, tomar decisiones que hay que revisar, que hay que reformar, que quizá haya que eliminar y sustituir por otras y, por tanto, no condicionar el futuro en una dirección que sea irreversible, en un campo en el que hay muy pocas certidumbres. Adaptabilidad y flexibilidad en la toma de decisiones en este campo.
«Las decisiones sobre movilidad no se pueden tomar en un despacho; tienen que ser fruto del diálogo con expertos en movilidad y expertos en tecnología digital»
A: En cualquier caso, en nuestro país, tenemos, además, un problema añadido: el de la fragmentación normativa. ¿Cómo se consigue que cada ciudad tenga el modelo que más convenga a sus ciudadanos sin caer en la confusión y la fragmentación excesiva?
JGP: Es muy importante resolver cuando hay problemas a nivel competencial, como puede ser el caso de que a nivel estatal no se puedan establecer para todos lo que es competencia de los ayuntamientos. En este punto es donde tiene que jugar el principio de cooperación y que las distintas entidades municipales, al nivel del que se trate, entiendan que tienen problemas homogéneos que necesitan una coordinación y una cooperación. Hay instituciones como la FEMP, a nivel de coordinación de ayuntamientos, o las comisiones sectoriales, a nivel de comunidades autónomas, que yo creo que deben jugar un papel muy importante. El reconocimiento de que la uniformidad es un valor en muchas áreas tiene que estar en la conciencia de los regidores, de los que llevan las administraciones, de los ayuntamientos y poner este principio de coordinación para hacerlo. Y luego ya los elementos marginales, donde cada ciudad tiene que responder a sus propias características de cómo está organizado el territorio y la vida en la ciudad, y cada una con sus peculiaridades debe hacer el ajuste fino a las normas de coordinación y cooperación que se establezcan.
A: Con todos estos elementos construimos la movilidad inteligente, la smart mobility. ¿Cómo la definiría?
JGP: Se trata de resolver las necesidades de movilidad de las personas de la manera más eficiente y menos costosa. Esto significa actuar en dos frentes. Primero, en las necesidades: cuanta menor necesidad de movilidad tengan las personas, en buena medida estamos resolviendo el problema, y esto tiene que ver con otros elementos de la organización del trabajo o la organización de los territorios. Por otro lado, cuando las personas necesitan moverse, es fundamental que lo hagan de la forma más eficiente y menos costosa, y ahí es donde la contribución del elemento smart, del elemento inteligente en la movilidad, es fundamental.
A: ¿Qué papel juega el transporte público en ese modelo?
JGP: El transporte público es el elemento fundamental de solución a los problemas de movilidad. Es verdad que hoy en día han surgido oportunidades de negocio y otras formas de movilidad que tienen mucho que ver con los gustos, con las tendencias de las personas, y que resuelven problemas de movilidad en trayectos más cortos, como puedan ser los patinetes o las bicicletas; otros en trayectos más largos, como son los coches compartidos y demás, pero las cifras en millones de personas se mueven en transporte subterráneos —el metro, los autobuses, los trenes de cercanías— y, por tanto, el transporte público tiene un papel fundamental aquí. Es verdad que debemos hacer un esfuerzo y la smart mobility tiene que contribuir decisivamente a resolver y facilitar la intermodalidad.
«La smart mobility tiene que contribuir decisivamente a facilitar la intermodalidad»
Se trata de promover lo que podríamos denominar una movilidad seamless, que pueda fácilmente cambiar de un medio a otro, que cuando uno baje del tren de cercanías tenga inmediatamente la posibilidad de acceder al carsharing, o que cuando uno baje del carsharing tenga la posibilidad de acceder a otro tipo de transporte. Eso se consigue pensando en global. Es muy importante que quienes vayan a tomar las decisiones de ordenación de la movilidad en el ámbito público, principalmente los ayuntamientos, tengan un pensamiento dual, un pensamiento que incorpore cuáles son las herramientas digitales que les permiten hacer el diseño de las cosas.
También, dentro de lo que es el propio transporte público, deberíamos profundizar en la digitalización de toda la información: saber cuándo van a llegar los medios de transporte, cuánto tiempo tardan, qué posibilidades tengo de enlace en las distintas paradas… Esto que ya es una realidad, está contribuyendo de una manera importante a la mejora del transporte público.
A: Entonces, si tuviera que describir la ciudad del futuro y pensando en el papel de la movilidad, ¿cómo sería esa ciudad?
JGP: Es muy complicado porque, primero, es muy importante que las ciudades no pierdan su personalidad: no podemos pintar ciudades futuristas donde las personas siguen unos patrones que no les son propios. Yo creo que las ciudades tienen que mantener su cultura, su sello y su personalidad, pero desde luego me imagino ciudades donde cada vez hay más espacio para el peatón y no solo el centro, sino que muchas zonas son de interacción de las personas y de posibilidad de andar, donde la ordenación del territorio es mucho más sensata entre los centros de vivienda y los centros de trabajo y donde el coche compartido y el transporte público han eliminado los movimientos a diario, prácticamente, del coche particular. Ese el tipo de ciudad sostenible que yo me imagino para el futuro.
Alberto Perdomo y María González, Adigital